Misceláneas


NI MEJORES NI PEORES
Por Carlos Thays (h), Ingeniero Agrónomo, Paisajista.

Conocer una planta es saber cómo y cuánto crece, cuándo florece y qué frutos tiene; el color de las flores, las hojas y cómo es el tronco que sostiene todo eso. Qué suelos prefiere, si sol o sombra, cómo envejece, cuánto vive, qué insectos la visitan, qué pájaros la prefieren y mucho más. Algo que no puede faltar es conocer su lugar de origen, en qué región del planeta crece naturalmente. Saberlo nos ubica en la geografía de la planta, en su paisaje y con su gente. El tamarisco (Tamarix gallica), las arenas tórridas y los pueblos nómades; el olmo pumila (Ulmus pumila), el frío siberiano; y la encina (Quercus ilex), Portugal. El pino piñonero (Pinus pinea), Italia; y Grecia, los olivos (Olea europea). Se viaja con facilidad bajo los árboles si uno se deja llevar por la historia y el pasado: basta con estarse quieto un rato bajo las ramas que empiezan a moverse lentas como un aparejo de barco y a poco nomás se escucharán como voces en idiomas exóticos, parecidas a las de los mercados en los puertos. Conocer la “patria" del árbol es, al menos, presentir su geografía. sus inviernos, sus veranos y su gente.
En este mirar y sentir el árbol, habríamos de tener malos ojos si fuera exótico, ¿por qué? Autóctono o exótico, y en consecuencia bueno o malo para el ambiente, es una grosera y liviana simplificación que nada agrega al conocimiento de ese ser que, con a veces más de 100 años de raíces suyas en nuestra tierra, nos regala su maravilla. ¿Deberíamos echarlo, expulsarlo de nuestras fronteras por exóticos? A veces ciertas declaraciones me hacen pensar que, si los árboles tuvieran rueditas, más de uno iría a Palermo y sacaría todos (magnolias, plátanos, encinas, paraísos, álamos, cedros y tantos otros introducidos) por no ser originarios de nuestro país. El árbol en el paisaje es la historia del hombre sobre la tierra, con sus memorias y sus fantasías. Es la del álamo italiano en Patagonia, sinónimo de población en una tierra despoblada, y el eucalipto en la pampa, recurso noble y único capaz de ofrecer abrigo y leña en el paisaje inmenso. Éstos y muchos otros echaron raíces donde no crecían otros árboles, traídos por una idea de jardín y de paisaje. El medio ambiente y la ecología son temas de gran vigencia y motivo de preocupación, bien justificada si pensamos en el calentamiento global evidente y la deforestación que no cesa. Todo lo que podamos hacer por revertir estos procesos es poco, pero sucede que se confunden términos como paisaje, ecología y ambiente que derivan en una injustificada xenofobia para con todo vegetal no oriundo (exótico) de un lugar. "¡Exoten raus!" (¡Exóticos afuera!) era el lema de un grupo de jardineros paisajistas del Tercer Reich en Alemania. Mäding y Wiepking entre ellos, los más enconados, declararon una guerra de exterminio contra la alegría del hogar de flores chiquitas (Impatiens parviflora) de origen Mongol en defensa de la Impatiens noli me tangere, sinónimo de la pureza alemana y entonces amenazada por aquélla. Como defensor y entusiasta de la flora autóctona reconozco en ella la posibilidad más cierta de una expresión propia y acabada del paisaje regional. Una manera de proteger el medio ambiente y sus ecosistemas es evitar introducir en ellos plantas invasoras o que provoquen competencia y desequilibrios en la flora y la fauna local. Los ligustros (Ligustrum sinense y L. Lucidum) son ejemplos de ello en el Delta del Río de la Plata, el pino de Oregón (Pseudotsuga menziezii) de los bosques subantárticos, y tantos otros. Distinto es proteger el paisaje restringiendo la plantación a especies autóctonas; no se lo protege, sencillamente se lo anula. Muchas especies introducidas no son invasoras ni tienen semillas estériles. Estéril es la discusión que las enfrenta con las autóctonas cuando se habla de paisaje.



EXPOSICIÓN COLECTIVA

Para conmemorar la gran victoria de la naturaleza los árboles de "La Tormentosa" programaron una exposición colectiva. Este evento será amenizado por un conjunto de pájaros que dará un concierto alejado de todo prejuicio estético, abordando resueltamente los ritmos con palmas de aleteos.
En la muestra colectiva, notoriamente predomina el verde en todos sus matices, pero no faltan los colores de estilos pretendidamente vanguardistas, que van de los rojos a los azules, y los simplemente sensacionalistas, que fanfarrones exponen sus hojas, troncos o flores a la admiración.
Una acequia distrajo el curso coherente del río Santa Catalina, que remonta los atinados argumentos de su cauce, y encontró en sus orillas una identidad propia sin sospechar que ya no sería más la misma, con sus sinuosidades, puentecillos y pausas lisonjeras de su recorrido, sorprendiendo en sus requiebros y pendientes. La maleza que habitó este arboreto está metamorfoseándose paulatinamente con la llegada apoteósica de los árboles: jóvenes habitantes del reino del asombro, y muchas siluetas borradas por su intrincado telón recobraron su presencia primitiva.
Antes, el regocijo de la flor era considerado un acto folklórico y cultivar especies de todo el mundo un acto de terrorismo subversivo, hasta que la aparición del embrujo combatiente de los árboles invitados, poco a poco los redimió de las críticas y entraron victoriosos a la capital del entendimiento, poniendo así término a tantos años de incomprensión. La lógica paisajística sucumbió ante la magia del feng shui y la energía positiva invadió todo el espacio posible.
Ante el delirio colectivo los fantasmas, duendes, elfos y gnomos recorren los senderos, trepan a las ramas y se embriagan con el néctar de las flores, y ebrios de perfume exhalan sus pregones libertarios.
La Tormentosa ya es una tierra libre que logró, gracias a los árboles sin discriminación, salirse de la órbita aplastante del folklore local, gigantesca organización voraz, poblada por seres obstinados en destruirse a si mismos, y que sólo cuando tienen la fortuna de ser visitados por otras especies, pueden elevarse a los planos mágicos de la integración, la cooperación y la ternura.
El árbol sin discriminación transformó el panorama sombrío y ahora se empeña en señalar a sus excitados visitantes los encantos naturales de esta tierra reciente a la fascinación del sueño liberador.
Toda la zona de los bosquecillos es recorrida por un polvillo vagabundo: el exaltado polen que sin escrúpulos genéticos se aprovecha de todos los medios de transporte a su alcance para fecundar a cuanta flor encuentra a su paso apasionado, divagando en la brisa, aferrado a los insectos, montado en el pico de los pájaros, flotando en el agua... Este polen salta todas las fronteras que le impone la genética, arguyendo que esas son limitaciones creadas por los moralistas y la aristocracia, defensores de oficio de un status quo que no resuelve nada, fanatismos absurdos y caducos según su liberado concepto.
Las flores maestras de la lisonja fecundante, adiestradas en el asedio propagador de las especies sin prejuicios religiosos o nepotistas te esperan también.